Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y se fue aparte con ellos a un cerro muy alto.
Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. (Mateo 17:1+2)
Mientras bajaban del cerro, Jesús les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado. (Marcos 9:9)
Jesús les dijo de antemano a Pedro, Santiago y Juan que moriría y resucitaría. Sabía que esto sucedería pronto en Jerusalén y quería que sus amigos también lo supieran. Sin embargo, tres de ellos estaban a punto de presenciar con sus propios ojos que Jesús tiene un poder y una gloria indescriptibles, porque Él es Dios, el Rey de reyes.
Después de su resurrección, estos tres discípulos podrían contar a los demás su experiencia en la montaña. Pero hasta entonces, ¡debía seguir siendo un secreto!